quinta-feira, 14 de outubro de 2010

EL BANCO VACIO

"Atardecer en Lisboa"

Sentada en el Banco Vacío veo palidecer el sol de otoño y en ese extraño escenario lisboeta se desvanecen incontables sueños. Y es allí en el saudoso ocaso lusitano donde oyen el susurro del Río Tajo un sinfín de corazones vagabundos que déjanse seducir por miradas cómplices. Los horizontes de la memoria colectiva se entrecruzan cargados de historias entre pequeños callejones de adoquines que palpitan ante un murmullo de hojas. La magia de sus tejados y balcones se fusiona con la languidez de un Fado y el gris plomizo del cielo otoñal se posa suavemente sobre un tranvía. La antigua ciudad de los mil colores reluce en su simbiótica armonía y tradicionales costumbres religiosas estremecen al son de un campanario. En el vetusto Muelle Terrero do Paço se aglutinan infinidad de gaviotas que embarcan y desembarcan curiosas en sus naves presurosas de comida. Lentamente se va durmiendo la tarde y un coro de mirlos y calandrias se refugian en estrechas ruas lusitanas dejando paso a la noche estrellada. La Plaza del Rocío se engalana con lucecitas de múltiples colores esperando la llegada del Cortejo con elegantes carrozas con volados. El crepúsculo presenta una luna radiante y entre sus penumbras milagrosas se asoma triunfante el famoso Chiado anunciando encantado el paso de enamorados. Y aquí desde entonces con El Banco Vacío mirando el horizonte, se me hizo la noche... Portugal - Octubre del 2000