sábado, 30 de abril de 2011

VUELO DEMORADO

Estaba furiosa y sinceramente no deseaba hacer ningún esfuerzo por disimularlo, pues me sentìa estafada y no es para menos.
Esa mañana, cerca ya del mediodía me presente en la Sucursal de Aerolíneas Argentinas de la Ciudad de Neuquén con intención de retirar el billete que había reservado telefónicamente la noche anterior , preguntando previo al pago si los vuelos estaban normalizados. Como es de imaginar la vendedora me dijo que sí por lo que no me atreví a dudar de su santa palabra. Tal lo previsto, puse primera a mi maquina de hacer y emprendí una rauda carrera para terminar de ordenar la casa, ducharme, lavarme la cabeza, darle de comer a los perros, armar mi valija y salir con un remisse rumbo al Aeropuerto de Neuquén para estar a las cuatro y medio en punto, como me habian indicado en la compania aerea. Ya en el Aeropuerto Internacional patagonico, busco un carro para cargar mis bultos y me dirijo al correspondiente mostrador a efectos de concretizar el Cheking y ohhh sorpresa. “EL VUELO SE ENCUENTRA RETRASADO DOS HORAS” me indica la senorita sin la minima delicadeza de pedir disculpas en nombre propio o de la compania. Por cierto – como es de imaginar – pedí el libro de quejas y dejé asentado mi disgusto con la acotación que estaba convaleciente y me dirigía al Hospital Militar Central, donde me esperaban para internarme, cosa ésta que no les interesó en lo mas minimo. Tras cartón, tuve que desarmar uno de los bolsos para sacar un abrigo de lana, pues el aire polar de la estacion aeronautica me producía un cierto temor dado mi incipiente bronquitis sanguinolienta. Seguidamente me dirigí a la Confitería del primer piso y ubicandome en el unico Banco Vacio que habia frente al gran ventanal que da al oeste me dispuse a abrir mi procesador portátil y aquí estoy ahora, tratando de pasar el tiempo y ejercitando como siempre mi cerebro y mis dedos. El exterior muestra una larga fila de alamos, prolijamente colocados en espaldera como se usa en la Patagónia Argentina y a la distancia podía observrse una ondulante linea de bardas surenas que se fusionaban con una grises nubes bajas cubiertas de tierra. Sobre la pared lateral izquierda, alcancé a divisar una colorida lámina con cactus y girasoles en flor, propios de un verano muy caliente, pero la realidad es que en este sector estabamos todos tiritando de frio a pesar de los treinta y ocho grado que marcaba el termómetro del televisor que estaba encendido. De pronto me pregunté; Quien será el desgraciado que prende el aire acondicionado, sin preguntarse acaso si a los pasajeros, turistas o empleados del lugar le resulta placentero. Pero bueno; como en todos los casos las respuestas son una incongnita. Cierro ya, pues se me está terminando la batería; ahora me voy a caminar un rato bajo los rayos del implacable sol patagónico para juntar animo y entrar nuevamente a esta insufrible nevera hasta que alguien se digne anunciar por el parlante la llegada de nuestro avión que aun sigue demorado.

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